martes, 24 de julio de 2012

Granada y Cádiz, unidas allá por febrero...

Como ya dije en mi primera entrada al blog, soy una amante incondicional de Federico García Lorca. Amo su poesía, su música, su personalidad reflejada en sus obras, su ternura escribiendo, su amor a su tierra, mi tierra, nuestra tierra. Es algo que comencé a sentir desde pequeña, desde que mi madre me cantaba el Zorongo gitano escrito por este maravilloso poeta.
También he de decir que, para los que no me conozcan, la ciudad de Cádiz me apasiona, y soy seguidora de sus carnavales desde también muy pequeña. No sólo es una fiesta más. Febrero hace en Cádiz que la voz del pueblo sea oída a través de auténtica música y poesía de la mejor. Siempre admiraré a los que escriben estas letras, los que componen esta música y los que son capaces, una vez arriba en las tablas del Teatro Falla, de transmitir al público un cantidad inmensa de sentimientos a través de sus voces. Son auténticos artistas.
Uniendo Lorca y los carnavales gaditanos, oí hace tiempo un pasodoble de la comparsa "La Barraca", dedicado al poeta granadino. Aquí os dejo el vídeo, y más abajo la letra de este precioso pasodoble.  Os aconsejo que escuchéis mientras vais leyendo la letra. Espero que os guste.



"La luna gira en el cielo
sobre las tierras sin agua,
mataron a Federico,
mataron a Federico,
cinco de la madrugada.
Yo me subí a un pino verde
a ver si los divisaba,
el aire trajo la muerte
del poeta de Granada.
En el Café de Chinita,
entre Paquiro y Frascuelo
y mirando fijo al cielo
intentaba brindar por ti,
un muñeco, yo sólo soy un muñeco,
que ha dejado en su barraca
con cien años de recuerdo.
Por los teatros del mundo
entre romances y cantes
y entre aromas de canela
siguen tus bodas de sangre
sigue tu Bernarda Alba
y Marianita Pineda,
que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela
pero terminé llorando
con Rosita la soltera.
Preciosa tiró el pandero
y buscó sin descansar
a Antoñito el Camborio
para decirle al oído:
que se llevan al poeta,
que llevan a Federico,
para enterrarlo con sus poemas,
para su pluma borrar.
Verde que te quiero verde
verde viento, verde rama,
siempre sonarán los versos
del poeta de Granada
al que rompieron el alma
una oscura madrugada."

viernes, 29 de junio de 2012

Quiero creer que estoy volviendo...


Queridos seguidores de mi blog, antes de nada desearos un buen verano, felicitar a todo aquel estudiante que haya aprobado el curso, y a quien no decirle que no se venga abajo, que aún tiene una segunda oportunidad en septiembre y tres meses para preparárselo con tranquilidad y sin agobios.
Como venía diciendo, el verano ha comenzado. Parecía hace poco que estaba lejos y que nunca llegaría, pero como ese gran amigo que viene a darte la mano cuando más lo necesitas vuelve cada año para darte la relajación que buscas.
Como sabéis, además de un blog literario, estáis leyendo un rinconcito reservado para mis más profundos sentimientos, una entrada a mi corazón, la llave para conocerme mejor. Debo confesar que para mí no ha sido nada fácil superar este curso, no sólo en el ámbito académico, que ha sido intenso y muy constante, sino más que nada en el hecho de que mi vida ha dado un vuelco de ciento ochenta grados. Hoy ya no soy aquella niña que hace nueve meses se encontraba por vez primera perdida en un centro que no conocía, con miedo de lo que le depararía el futuro. Hoy ya no lo soy. Hoy soy la misma pero con más madurez, más conocimiento, más ganas de vivir experiencias nuevas, de disfrutar cada día. Hoy soy la misma pero con más amigos, aquellos que dejé atrás en el centro que me viera crecer durante trece años, a los que no puedo decirles más que GRACIAS, que los quiero y siempre los voy a querer, y otros nuevos, pero no menos importantes, porque ellos comenzaron como yo, perdidos ante una multitud de adolescentes, y son los que han hecho posible que este curso haya merecido la pena, son el gran regalo de mi primer paso por el IES San Isidoro.

Sin darme cuenta ha pasado ya un año, y qué año... no puedo destacar más que buenos momentos y premisas a su favor. Ha sido uno de los mejores cursos de mi vida, como dije antes difícil al principio, perdida, angustiada, pero finalmente satisfecha de haber dado un paso hacia delante, de mirar la vida con otros ojos, de entender el auténtico significado de la palabra estudiante.
Gracias a todos los que habéis hecho posible que hoy sea la que soy. Me despido de la única forma que me podría despedir, con unos versos del gran poeta Benedetti, de un poema que lleva por título el que le he asignado a esta entrada "Quiero creer que estoy volviendo..." porque realmente quiero creer que estoy volviendo a vivir todo lo que he vivido, pero vivirlo en mis recuerdos, donde nunca mueren, que ya el destino me tiene preparado un nuevo porvenir.

Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo
con mi peor y mi mejor historia
conozco este camino de memoria
pero igual me sorprendo

La vida, casualmente, tiene algo de aquel mito del Eterno Retorno que planteó Platón, pero siempre habrá algo que nos sorprenda, por muy catastrófica, sin sentido, circular y trágica que sea nuestra historia, por eso ...conozco este camino de memoria pero igual me sorprendo...


Os deseo un magnífico verano, amigos.


domingo, 20 de mayo de 2012

La leyenda de Hernán Román Cortázar

Sepan ustedes que mis palabras puras y limpias son, sin ánimo de ofender a alguien, en la medida de lo posible salidas de mi alma para contentar y satisfacer a vuestra merced. Así es como yo, viejo enamorado y sirviente de la literatura contemporánea castellana, me presente antes vos, antes de narraros esta historia que llegó a mis manos en un manuscrito, el cual dice así:

<<Me presento ante usted como Hernán Román Cortázar, natural de Tomares, hijo de Manuel Román y Carmen Cortázar. Nací en paupérrimas condiciones, tales en las que me crié y crecí. Mi infancia fue dura y, deseando no vivir de aquella forma toda mi vida, vine a buscar suerte a la capital sevillana. Aquí se encontraba mi querida hermana como novicia del Convento de Santa Inés, y, aunque no la viera a diario, el simple conocimiento de que ella se encontrara en la misma ciudad me hacía sentirme cerca de casa. Me alojé en un pequeño ático en ruinas, aunque sus vistas eran espléndidas, pues parecía que pudiera tocar la Giralda desde una pequeña ventana. Mi estancia en Sevilla se mal costeaba gracias a aquel avaro ollero, con casa en el judío barrio de Santa Cruz, que ofrecióme trabajo como su aprendiz. Gracias a que Dios quiso que me encontrara un día vagando por la ciudad, y temblando debido a la edad que tenía entonces, me dijo de buenas maneras que mi aspecto era sucio, desaliñado, y mi esqueleto se podía apreciar a largas distancias; pero le gusté, aún no me lo explico. Hoy le debo mucho, fue un gran maestro, y a su vez la persona que abrióme las puertas a Sevilla.
>>Los días iban pasando, y yo estaba cada vez más enamorado de esta ciudad. Mi maestro Gonzalo, que así se llamó en vida el viejo ollero, me llevaba, con torpes andares y apoyado en un pequeño palo de madera, a descubrir los rinconcitos de la maravillosa ciudad. Desde el bario de Santa Cruz hasta la Cava trianera. Me sentía afortunado de vivir, y sobre todo de hacerlo aquí. El viejo Gonzalo decíame al entrar en aquella Cava gitana: "recuerda, mozo, que lo que veas y oigas aquí no podrás disfrutarlo en ningún otro sitio, y tu corazón lo guardará para siempre". ¡Qué razón tenía!
>>Mi hermana me mantenía informado sobre todas las leyendas que llegaban a sus oídos de aquel antiguo convento, como la historia de su fundación por la recordada señora doña María Coronel. Yo, joven como era, superábame la incredulidad y aquellas leyendas se me quedaban en eso, en leyendas. Más tarde comprendí que acontecimientos de ese estilo solo pasan en Sevilla...
>>No llevaba un año viviendo en la ciudad cuando un domingo a mediodía llegó mi casero, ansioso, pidiéndome el pago del alquiler. Encontrábame yo con cara de recién despertado de un sueño placentero, aprovechando el día de fiesta que nos regaló el Señor, cuando a prisa y corriendo le pagué para seguir la cita con mi almohadón, pero el estado del casero llamó mi atención. Lo encontraba nervioso, con las pupilas dilatadas. Parecíame que el miedo ocupaba su alma aquella esplendorosa mañana. Le pregunté y sus palabras cayeron en mí como una pesada loza. Me explicó que todos los días 19 de marzo, a la hora en que el sol se esconde por el horizonte lejano, el mal caía sobre aquel edificio, y al día siguiente aparecía muerto uno de sus habitantes. Pensé que aquello sólo era una leyenda más, como aquellas que contábame mi hermana. Aunque el casero parecía realmente aterrado, y si decía que había muertos algo de razón llevaría. Y tanta razón llevaba, que todos los 20 de marzo que he vivido en esta casa, un muerto amanecía bajo nuestro techo. Yo, ante esta masacre anual, no me quedé parado y me dediqué a investigar. Pero, ¿qué iba a investigar? ¿Una muerte natural? Mi paciencia estaba llegando al límite. Pero un año, el año que le tocó al casero seguir el camino de Dios y subir a Su Reino, éste dejó un escrito la misma noche del 19 de marzo, en la que confesaba que sabía la verdad desde el principio: hacía años vivió allí un joven amante de la mujer de un hombre de aquel barrio, que en extrañas circunstancias desapareció la noche del 19 de marzo, y desde entonces, todos los años, la muerte visita este caserón y se lleva con ella alguna persona alojada en él. La causa que describía el casero era que el fantasma de aquel amante se presentaba señalando dónde se encontraba su cuerpo enterrado para que lo sacaran, y así su alma pudiera descansar en paz con Dios. El casero, extrañamente, conocía el lugar donde se hallaba el cuerpo de este joven, dejándolo señalado en aquella carta, la última escrita por su puño y letra. Aquel año me adelanté a los alguaciles y robé el sobre que dejara el casero sobre su escritorio, guardando silencio sobre su existencia.
>>Esta noche, 19 de marzo de 1687, quisiera decir adiós. Sí, soy consciente de que esta noche moriré. Todos los vecinos que se alojaban aquí desde que yo llegara, hace bastantes años ya, han ido dejando este mundo, sólo quedo yo. Mi conciencia está tranquila, por esto pido a los alguaciles que busquen en la capillita de Santa Lucía, en la Iglesia de Santa Ana, una vez hayan leído estas palabras. Allí se encuentra el cuerpo de este joven.>>

Una vez concluida la historia de Hernán Román Cortázar, mi persona pocas palabras puede decir. Sólo puedo explicar que este manuscrito, junto a la carta que el casero dejara la noche que murió y con tanto recelo guardó Hernán, llegó a mí de una extraña manera. Yo, en el mejor momento de mi vida, económica y literariamente hablando, mandé construir una casa ejemplar en un solar cercano al barrio de Santa Cruz, y entre los restos de la antigua casa que habitara aquel solar encontré el sobre con las cartas de Hernán y su casero. Creo que no fueron leídas por los alguaciles, pues la misma semana que murió Hernán fue destruido aquel caserón que tantas muertes causara, y en Sevilla no se ha sabido nada de ningún cuerpo encontrado en la Iglesia de Santa Ana, exactamente en la capilla de Santa Lucía. Hoy es 19 de marzo, mi primer mes de marzo en mi nueva casa. Se me antoja preguntarme qué ocurrirá esta noche, ¿seré yo el próximo?

Antonio Castillo López, dramaturgo y literario castellano.


lunes, 30 de abril de 2012

"La Metamorfosis", de Franz Kafka


¿En qué mundo vivimos...?

La vida la calificaría como un juego de realidad y apariencia. No sé si aquella clase de filosofía en la que mi profesor nos habló de Platón me ha afectado más de lo que debería y desde entonces miro el mundo más allá de lo que mis sentidos perciben. Lo que sí es seguro es que la lectura del libro “La Metamorfosis”, de Franz Kafka, me ha hecho reflexionar sobre esta eterna realidad y apariencia, además del comportamiento que tomamos los humanos antes “seres” distintos a nosotros. ¿Está en la naturaleza humana ser racista?

El racismo designa a la exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros. Puesto que esta definición está completamente integrada en la sociedad actual se me antoja preguntar si realmente ese racismo está tan solo ligado hacia las razas. Bien es verdad que su propio nombre proviene de la palabra latina radia, que designaba a una casta o linaje específicos. Pero yo, a mi gusto, amplío el significado de esta palabra, o mejor dicho ideología, hacia todos aquellos casos discriminativos hacia personas que presenten alguna característica distinta a lo que se considera normal. ¿Pero a qué se le atribuye la palabra normalidad? El filósofo Protágoras decía “el hombre es la medida de todas las cosas”, y siguiendo esta idea puedo decir que nosotros mismos, los hombres, somos los que cambiamos esa medida del significado de normalidad en cada región y cultura del planeta.

La base de toda la filosofía es el asombro del hombre ante lo que le rodea. A mí, tanto como a aquellos primeros filósofos de la naturaleza, me ha asombrado en demasía que una clásica obra literaria haya sido la que me haya abierto los ojos para descubrir lo que me rodea, y gracias a ellos comenzar a plantearme más de una idea que desde hacía tiempo rondaban mi cabeza. El ejemplo que quiero tomar es la historia de esta obra, puesto que ella me ha ayudado a comprender de una forma más rápida y sencilla.

Decía que el término racismo me gusta extenderlo hasta aquellos casos de odio a las distintas características de las personas que nos rodean, no sólo a las razas. En el libro de “La Metamorfosis”, la hermana del protagonista, Gregorio Samsa, convertido una mañana en un insecto gigante, se muestra al principio de la historia de una forma amable y solidaria con su hermano, le lleva la comida y es la única en la casa que cuida de él. Pero se observa que nunca es capaz de mirarlo, puesto que se horroriza. ¿También nosotros nos horrorizamos de todo aquello diferente a nuestro reflejo en el espejo? Continúo: el sentimiento repulsivo de esta chica hacia su hermano sigue creciendo, hasta que se convierte en odio y convence a sus padres de no poder habitar en la misma casa junto a aquella bestia, pues no sería bueno para ellos. Menos mal que era su hermano. ¿También desarrollamos estos sentimientos hacia nuestro prójimo en nuestra tierra? Es aquí donde entra en juego los padres de Gregorio Samsa, cuya vida siempre ha tenido como base económica el trabajo, esfuerzo y amor de su hijo convertido en insecto. El padre, desde el momento en que su hijo se ha metamorfoseado, lo trata no ya como su hijo, sino como una de esas moscas que te molestan en tus tranquilas tardes de siesta, alegando que aquello ya no es Gregorio, sino un enorme insecto que no siente. 

La madre juega un papel importante: ama a su hijo ante todo, por encima de su nueva imagen, y desea su felicidad como hijo suyo que es. Pero la historia se desarrolla en un ambiente conflictivo, en el que esta mujer se ve sola en su familia ante este sentimiento, y finalmente la apariencia de su hijo consigue que cambie de ideas. ¿También nosotros nos dejamos influenciar por los pensamientos racistas de los demás?
Realidad y apariencia en un mundo donde nos dejamos llevar por los insectos que captan nuestros sentidos, ocultando todos los Gregorio Samsa que nos rodean. Racismo hacia todo aquello que tenga una mínima distinción de nuestra forma. ¿En qué mundo vivimos? Esta experiencia me ha hecho recapacitar de una manera que nunca nada ni nadie había conseguido que hiciera hasta ahora. Es verdad que en este mundo, aquellos que nos regalan la fertilidad de su tierra y la base de nuestra economía, son los más discriminados por nosotros, sus explotadores. Al igual que Gregorio Samsa, que mantiene la vida económica de su casa, muere por el maltrato físico y psicológico de su propia familia.

No sé si realmente las personas que oyeran esto estarían de acuerdo con mis ideales, pero siento cada vez más que la apariencia que nos regala nuestros sentidos y la discriminación o racismo, en la forma que me gusta definir, están ligadas de una manera que se integra en nuestra sociedad a gran velocidad.

Realmente, si tuviera que clasificar mis ideas como proyecto filosófico, lo relacionaría con la humanidad y su naturaleza, pues en este presente de crisis, no tan solo económica, no podría centrarme en otro ámbito que no fuera éste.

Las diferencias sensoriales son eternas, y nunca aprenderemos a valorar la realidad que se oculta tras la apariencia.